Es cierto que el olvido, como mecanismo de defensa, nos permite cicatrizar y subsistir para poder seguir caminando en campos minados. Sin el olvido, quizás el miedo y el dolor nos paralizarían. No es menos cierto, sin embargo, que la maleabilidad de nuestra memoria puede actuar en nuestra contra al permitirnos olvidar las costosas lecciones del pasado. De aquí, el recurrente refrán que nos exhorta a conocer nuestra historia para no repetir sus errores. Ahora bien, en este sentido El diario de Ana Frank juego un papel muy importante al ser un recordatorio del valor de una vida humana que fue cruelmente mutilada, pues a través de la voz de una pequeña se recuerda a seis millones de judíos que sufrieron crueldades inimaginables. Además, en esta ocasión Gabriela Sodi, en su labor de rescate histórico de la memoria, acompaña esta novela con su obra gráfica para ilustrarla con una precisión histórica y seriedad únicas, sin adornos líricos que suavizaran su vida; de manera que, engalanándose de flores que simbolizan sus ideas románticas o entre manchas rojas que reflejan la sangre derramada, el rostro de Ana Frank es un recordatorio de una presencia humana tangible.
El diario de Ana Frank
Arte y Letras